Les cuento que antes de que me convirtiera en madre, yo siempre había pensado que iba a continuar trabajando para una empresa una vez que “nacieran mis hijos” ya que no sacrificaría mis estudios para terminar quedándome en casa, tal vez sonaba muy feminista pero ese era mi pensamiento en aquel momento y esto no quiere decir que las madres que han trabajando desde el nacimiento de sus pequeños sean malas madre, mis respetos, es un punto de vista que les quiero compartir, y sobre todo, porque me tope con muchos comentarios peculiares sobre si continuaba o no trabajando una vez que naciera Iker.
En cuanto supe que estaba embarazada, en esos momentos me encontraba trabajando y por lo consiguiente tuve que anunciar mi embarazo a mi jefe directo quién tuvo que avisarle a su jefe, ambos me apoyaron desde el principio sin embargo en varias ocasiones me hicieron la pregunta del millón: “Una vez que nazca tu hijo, ¿estás segura que continuarás trabajando con nosotros?”, a lo que mi respuesta siempre era: “¡Si!”. Recuerdo que uno de ellos, que actualmente es padre, me dijo: “No sabremos tu respuesta final hasta que nazca tu bebé, en cuanto lo veas no lo querrás soltar” y mi respuesta tal cual macha alfa a ese comentario fue: “¡Estoy segura! Además quiero seguir ayudando económicamente a mi esposo, quiero darle lo mejor a mi hijo (materialmente hablando) y quiero seguir creciendo profesionalmente” cosa que no sé si los convencí o no pero ya no me volvieron a cuestionar al respecto.
Posteriormente comencé a recibir comentarios como:
- “Deberías seguir trabajando por tu bien”
- “Tus hijos son primero”
- “Tu matrimonio se verá afectado porque tu esposo y tu se verán las 24horas del día”
- “No hay mejor opción que quedarse en casa”
- “Necesitas tiempo para ti y tu hijo te va absorber mucho, trabaja”
- “Cuántas madres siguen trabajando y sus hijos crecen bien en una guardería”
- “La economía está dura, mejor sigue trabajando”
- “Entonces, ¿Para qué estudiaste? sigue trabajando.”
Y así, no digo que los comentarios fueron malos ni buenos pero si estresantes. Llegué a pensar que tenía esa responsabilidad de romper el tabú de “ama de casa” y quedarme en el trabajo y decir:”¡Boom baby! yo rompí ese tabú”. Total, el momento de la verdad se acercaba, nació Iker, disfrute mi mes y medio de incapacidad junto a él y cuando llegó la hora me partí en pedazos, no podía hacerme a la idea de dejar a mi hijo con el cuidado de su padre y mi cuñada sin mi atención, podrá sonar absurdo para algunos pero mi corazón se hizo cachitos aún más porque había decidido darle pecho, entonces ese apego que habíamos construido en ese mes y medio sentía que se estaba rompiendo por mi culpa. Al 3er. día de ir a trabajar no aguante más y me desmorone (exactamente como en el blog pasado) sentía el compromiso de seguir trabajando pero ahora me llamaba más ese lado maternal, y lo hice, cambié de opinión, diría Immanuel Kant: “El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.” Así que sabía que no iba a ser fácil pero la recompensa iba a ser maravillosa, no muchas personas tienen la oportunidad de criar a sus hijos en casa las 24hrs., y decisión que hoy en día ha traído frutos y de la cual no me arrepiento.
